2.4.12

Fuerte Gris

― ¡¿Pero estáis locos o qué?! ¡¿Qué pretendéis con esto?! ―gritó la Reina, enfadada, provocando que toda la gente del consejo callase― ¿Que exploren más allá del Fuerte? ¡Nadie sabe lo que hay allí!
―Cállate, Minzy.
― ¡Me callo si me da la gana, jovencito! ―le gritó a su marido. Se volvió a sentar, pues el primer grito que había dado había necesitado que se levantase, para que le prestasen una mayor atención―. Con todo mi respeto, y siendo la más sincera de cuantos se hayan aquí presentes, es una locura. ¡Tenemos bastantes súbditos, pero mandar una flota a investigar es una locura! ¿Para qué?
―Minzy, los he visto. ¡¿Me oyes?! ¡Los he visto! ¡Estaban en esos barcos! ¡Era él! ―el rey Jean Strauss se dirigió al resto de sus señores― ¡Era él! ¡Era Sandor!
―Jean, querido Jean, cálmate ―le pidió Minzy―. No es posible que sea él. Su cuerpo tendría que tener más de dos siglos. Y aunque sea Sandor de verdad, ¿para qué quieres que investiguen?
―Mi Reina ―interrumpió Lord Windtalt―, el fin de esta propuesta es saber qué tipo de descerebrados ha cometido tal atrocidad. Es costumbre del Oeste entregar a los muertos al mar, y al mar pertenecen. El que lo haya traído de vuelta de su tumba a nuestras playas merece un castigo por tal atrocidad, mi gentil señora.
― ¡¿Pero a quién le importan los muertos?! ―volvió a gritar, dando con un puño en la mesa. Estaba completamente desquiciada. Los ocho hombres que allí habían se quedaron serios, con una cara dudosa. No creían que la Reina hubiese dicho eso. No querían creerlo. En el fondo, opinaban igual que ella; pero muy en el fondo.
―MINZY, ES SUFICIENTE ―dijo Jean, más enfadado aún que su esposa―. Vete.
Ella hizo una reverencia burlona y salió de la sala triangular con un portazo. Estaba completamente harta. Cuando uno de los guardias se acercó para que le dijese qué hacer, esta cogió su lanza y la partió en dos, tiró uno de los trozos hacia atrás, y el de la punta se lo llevó durante todo el camino. Ya era bastante mayor para esas rabietas, pero no soportaba que la tratasen así. Ella tenía razón, y ellos lo sabían; si no querían admitirlo no era su problema. Bastante tenía con aguantar a su hermano. Ella, al igual que su hija, había sido casada con su hermano. La única pega era que este era dos años más pequeño que ella. Y no se llevaban nada bien. Y con su otra hermana, Jioanna, tampoco. Minzy era el garbanzo negro de la familia. Odiaba a su hermano, porque era más pequeño que ella y le daba órdenes. Y odiaba a su hermana, porque estaba casada con el hombre al que quería.
Pero eso era algo a lo que ya llevaba tiempo acostumbrada.
Se dirigió a su habitación, pero al pasar por el patio, se detuvo a mirar el pequeño jardín que habían construido para ella. Era un espacio pequeño, de unos cien metros cuadrados, en los que habían quince árboles pequeños y esmirriados, con un tono azulado debido a que congelados. En el centro había un árbol un poco más grueso, frondoso, y con hojas azules; no porque estuviera congelado, como los otros, sino porque era así. El suelo era hierba de cristal, igual de afilada y fría que un trozo de hielo. Era un jardín frío, construido por orden suya. Todos los días un mago iba a comprobar el estado de los árboles, y con ayuda de un jardinero, hacía todo lo posible para mantenerlos con vida. Era un jardín casi muerto, pero que brillaba como si tuviese más vida que la propia Minzy. Esta, al mirar la lanza que tenía en sus manos, agitó la cabeza y siguió andando. Ahora odiaba hasta su jardín.
Siguió andando hasta que se chocó contra Jimmy. Este estaba mirando un cuadro, el de Dee, otra vez. No apartó la mirada de él ni cuando cayó al suelo.
―Mira por dónd... ―Minzy se paró a mirarlo un rato. Sus ropas no se correspondían con el privilegio de estar en esa fortaleza― ¿Quién eres?
―S-soy... s-soy... ―empezó, con voz temblorosa―. Soy Jimmy Hosslehaff, mi señora ―hizo una pomposa reverencia―. Soy el vigilante del faro norte.
―Así que tú eres el que habló sobre las barcas. En menuda te has metido, chico. Tú y todos tus amigos vais a ir a ver de dónde vinieron las barcas ―Pero él no le hacía caso―. ¿Qué miras?
―El cuadro.
― ¿Acaso sabes quién es? ¿La gente como tú es lo bastantemente inteligente como para poder comprender esto? ―lo señaló con la lanza.
―Creo que soy el único. Aunque... a decir verdad, no soy como ellos. Yo sé leer ―contestó con una sonrisa. Volvió a hacerle una reverencia y fue caminando hasta el siguiente cuadro. "Aquí todos están como cabras", pensó.
Siguió andando por el pasillo, con la lanza partida en la mano. Al llegar a sus aposentos, se encontró en la puerta con un correo. Cogió la carta que portaba el hombre y entró en su habitación. La dejó sobre su cama, y se cambió de ropa. Se quitó el pesado abrigo de piel que había llevado puesto desde el desayuno, y se desató ella sola el vestido; no quería damas, las consideraba inútiles. Se puso un camisón de lino, sin apenas detalles, bastante austero, y encendió la chimenea. El calor inundó la habitación, reconfortándola a ella. Se metió en la cama con la lanza, y comenzó a leer la carta.
Al terminar, se levantó de un salto de la cama, y corrió, descalza y sin abrigo alguno, hasta la sala del consejo, aquel espacio triangular del que había salido antes, tan enfadada. Entró de golpe, y fue entonces cuando se dio cuenta de que no tenía nada que la cubriera, y que aquellos hombres la estaban mirando, huraños, enfadados. Además, sus pies estaban helados.
― ¡JEAN! ¡Carta de tu hijo! ¡Dee está embarazada!
El Rey se levantó de golpe, como antes había hecho ella.
― ¿Y es seguro que es de él?
―Sí.
―Señores ―empezó, mirando a sus consejeros―, estamos esperando un nuevo príncipe. No podemos dejar que la guerra venga a nosotros en la noche. Huntingon, manda a tres de tus hombres a reclutar un grupo de doscientos para cubrir las plazas de marineros. Utilizaréis seis barcazas de las mías. Y Windtalt, busca a Jimmy. Lo necesitamos. Protegeré a mi nieto como protegí a Crush.
Minzy hizo una bola con la carta y la tiró al suelo. Corrió hasta su cuarto otra vez, y se volvió a meter en la cama, aunque antes dejó la lanza bajo la cama.
"¿Y Dee qué? ¿A ella no la protegiste?"